Todos tenemos estos momentos, no te hagás el oso.
Sí, a veces uno se siente portador de la verdad, el profeta del bien. Y a veces, that´s life, se siente como portador del mal, como heraldo de destrucción.
Para graficar, una pequeña anécdota: una vez, mi amigo el Marce estaba en el Lago Huechulafquen, en Bahía Dos (donde este cronista es prácticamente local) y llovía llovía llovía (porque es un lugar muy húmedo). Y habían fogones y chicas y el Marce y algunos más. Y las chicas se quejaban de la lluvia. Y el Marce tira: “no se preocupen, cuando llegue mi amigo Federic, para la lluvia”. Su amigo Federic, osea este cronista, justo estaba llegando a dedo. Apenas puse un pie en Bahía Dos, paró de llover.
Otra: mi amiga Dana estaba preocupada porque no la llamaban del laburo. Le dije: “te van a llamar”. Casi automáticamente la llamaron.
Otra: mi amiga Natalia dudaba si llamar a la agencia porque la última vez que lo había hecho la maltrataron. La convencí de llamarla. La contrataron.
Esa es una pequeña muestra de mis superpoderes antinegatividad, esos poderes que mis padres me legaron para hacer el bien.
Ahora, lo jodido:
Un día llego a la agencia donde había empezado a laburar hacía quince días. Había una puerta abierta, era el servidor: una pc very pequenina. Digo: “Che, y esta maquinita¿” “Es el servidor” “¿Tan chiquita?” “Sí” “Puta, ¿y no se rompió nunca?” “En tres años, no”.
Al día siguiente no sólo se fundió sino que incluso echó humo. Ahí quiso empezar una fama de lechuza que graciadió pude conjurar a puras buenas obras y sentimientos transparentes.